El concepto de prevención está muy arraigado en bastantes aspectos de la vida cotidiana: son habituales las revisiones periódicas del coche, la visita anual al dentista, el cepillarse los dientes a diario... ¿Tenemos la misma actitud, cuidado y prevención los que practicamos ejercicio regular?
Es incuestionable que la práctica regular de ejercicio tiene un sinfín de beneficios para la salud y nivel de condición física, aunque también lleva asociado un riesgo de lesión. Podemos clasificar, de forma general, estas lesiones en agudas o crónicas (por repetición). Las primeras pueden ser por contacto (una caída de la bicicleta o un choque con un jugador contrario) o no, pero tienen un mecanismo claro de lesión. Las segundas, suelen ocurrir por la repetición de movimientos, por micro-traumatismos, no se identifica un motivo claro ni un momento concreto en el que se produce la lesión. La pregunta que deberíamos hacernos es si podemos hacer algo para prevenir o reducir el riesgo de sufrir (nosotros mismos o nuestros clientes) una lesión. Con las lesiones agudas y de contacto, al no ser previsibles, poco podemos hacer. Ahora bien, en las agudas sin-contacto y las de repetición, tal vez sí que tengamos algo que hacer. Pueden ser muchas las causas de estas lesiones: técnica deficiente, mal estado del material utilizado, mal ajuste de éste (p.e. bicicleta), volumen o intensidades elevados, recuperación insuficiente, una progresión inadecuada, etc... Pero en muchos casos, los motivos principales suelen ser una falta de movilidad, estabilidad y control en los patrones de movimientos fundamentales.

Lo ideal sería hacer una valoración individualizada del deportista, por ejemplo a través del Functional Movement Screen (Gray Cook) que identifique la incapacidad de realizar movimientos fundamentales (sentadilla, tijeras, movilidad en las articulaciones del hombro y cadera, estabilidad del tronco...), la presencia de dolor en determinados gestos, asimetrías entre ambos lados, limitaciones en movilidad o falta de estabilidad...

Como concepto importante, no olvidemos la relación que tienen entre sí las diferentes articulaciones y cómo lo que suceda en una tiene consecuencias tanto en las articulaciones superiores como en las inferiores. Por ejemplo, una movilidad deficiente en la articulación coso-femoral (cadera) en un swing de golf, implicará que la rodilla y columna deban aumentar sus grados de torsión y rotación para compensar el déficit de la cadera. Es decir, el trabajo que uno no realiza, lo acaban asumiendo otros, con el consiguiente aumento del riesgo por sobre-uso o porque excede la capacidad de los "suplentes". Si analizamos de forma genérica la estabilidad y movilidad de las diferentes articulaciones (desde un punto de vista de diseño y estructura) encontraremos una curiosa relación entre ellas:
- Tobillo, estructura estable, es habitual la movilidad limitada
- Rodilla, estructura inestable, hay que estudiarla en relación con la cadera
- Cadera, estructura muy estable, es habitual la falta de movilidad
- Zona lumbar, bastante móvil, suele faltar estabilidad
- Zona dorsal, estructura estable, aunque suele faltar movilidad (extensión)
- Hombro, estructura inestable, suele faltar estabilidad
Curiosamente las articulaciones que por su diseño y estructura son de por sí estables, suelen presentar en la mayoría de las personas poca movilidad. Y al revés, aquellas articulaciones con un diseño no tan estable, suelen ser zonas que nuestros clientes ni controlan ni estabilizan correctamente... Un programa de "Pre-habilitación" debería encaminarse a invertir esto. En otra entrada de este blog presentaremos algunas ideas para incluir en el programa.
Mientras, ¿te atreves con alguna sugerencia?
Mientras, ¿te atreves con alguna sugerencia?
NOTA: Puedes leer la segunda parte de esta entrada desde este enlace.
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